La injusticia del seudónimo

La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ha emitido una alerta de peligro importante para este domingo, anticipando precipitaciones intensas en gran parte del territorio nacional. Se recomienda a la población extremar precauciones, evitar desplazamientos innecesarios y estar atentos a las indicaciones de las autoridades locales.

Debemos conocer las palabras relevantes el caso del concepto injusticia

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Fallecimiento de Ángel Torres Quesa, figura clave de la ciencia‑ficción popular

Fallecimiento de Ángel Torres Quesa, figura clave de la ciencia‑ficción popular

El pasado 30 de noviembre falleció Ángel Torres Quesa, conocido en el ámbito de la pastelería por su trabajo artesanal y, en la literatura de género, como uno de los principales impulsores de la ciencia‑ficción española de las últimas décadas.

Torres Quesa, que publicó bajo los seudónimos A. Thorkent y Alex Towers, dejó un legado de más de 120 “bolsilibros”, pequeñas obras de lectura ágil que abarcaban géneros como el romántico, el western y, sobre todo, la ciencia‑ficción. Entre sus títulos más recordados destaca la “Saga del orden estelar”, una serie de más de 50 relatos que ambientó en un universo propio y que llegó regularmente a los kioscos, alimentando la imaginación de varias generaciones de lectores.

Durante la época en que los bolsilibros se comercializaban como “de a duro”, muchos autores optaban por seudónimos anglosajones para aumentar sus ventas. Torres Quesa no fue la excepción; su nombre real quedó en gran medida oculto tras sus alias, lo que hizo que gran parte de sus clientes en la pastelería desconocieran su faceta literaria.

Algunos de los seudónimos más conocidos de la época

Curtis Garland
Juan Gallardo Muñoz
George H. White
Pascual Enguídanos
Lou Carrigan
Antonio Vera Ramírez

El desconocimiento del verdadero nombre de estos autores ha llevado a que, en la memoria colectiva, prevalezcan los pseudónimos sobre las identidades reales. En el caso de Torres Quesa, su legado literario corre el riesgo de quedar atribuido únicamente a A. Thorkent, dejando en el olvido a Ángel Torres Quesa, el pastelero que, sin que sus clientes lo supieran, había escrito cientos de historias que hicieron soñar a miles de lectores.