Parejas LAT, novios que eligen vivir separados: "La convivencia, en nuestro caso, mataría la relación"

En los últimos años ha crecido en España la modalidad de pareja conocida como Living Apart Together (LAT), en la que la relación es estable y comprometida, pero los miembros deciden no compartir el mismo domicilio. Según la Encuesta de Fecundidad del INE (2018) y la Encuesta Social General del CIS (2018), es el único año en que se incluyeron preguntas específicas sobre este fenómeno, y los datos recabados sirven de base para los estudios posteriores.
El auge de las parejas LAT en España
El monográfico de la Fundación BBVA de 2022, «La gestión de la intimidad en la sociedad digital. Parejas y rupturas en la España actual», describió por primera vez a las parejas LAT como relaciones de larga duración (más de seis años) con una edad media de 42 años, que, en su mayoría, no contemplan ni el matrimonio ni la convivencia bajo el mismo techo. Luis Ayuso, catedrático de la Universidad de Málaga y principal especialista en el tema, distingue cinco tipologías de parejas LAT: jóvenes que aún no se sienten preparados, parejas sin recursos económicos para emanciparse, relaciones en fase de conocerse, parejas separadas por motivos laborales y, por último, aquellas que eligen la independencia como prioridad.
Los casos reales ilustran la diversidad de motivaciones y formas de organización que caracterizan a estas relaciones.
Ejemplo 1: Carolina Osorio y Pablo Zapata

Carolina, de 49 años, y Pablo, de 50, se conocieron durante la pandemia a través de una aplicación de citas. Después de varios encuentros, Pablo tomó su bicicleta y recorrió el centro de Madrid hasta Alcorcón para encontrarse con Carolina. Ambos describen la situación con humor: «Fue muy divertido ver llegar a este personaje con su bici, sudoroso y con el maillot. No sé quién es más loco, él por venir o yo por recibirlo así».
La pareja, que mantiene una relación estable y se ve casi a diario, viaja conjuntamente a Colombia (país de origen de Carolina) y a Euskadi (donde reside la familia de Pablo). No comparten vivienda porque Carolina tiene dos hijos con los que vive y considera injusto que Pablo, que no desea tener hijos, deba integrarse a su hogar. «Tenemos ritmos, costumbres y orden propios, y los respetamos», afirma.
Ejemplo 2: María Gómez y su pareja
María, educadora social de 45 años originaria de Toledo, y su pareja, músico de 36 años, se conocieron en Tinder sin buscar una relación permanente. En junio cumplieron cuatro años de relación y desde el inicio pactaron no interferir en la vida del otro. Viven a cuatro minutos en metro, lo que facilita los encuentros, pero cada uno conserva su espacio: María lleva una rutina diurna y su pareja trabaja de noche y ensaya en su casa. «La convivencia mataría la relación», asegura María.

Ambos organizan viajes anuales: una escapada de otoño a Malta y otra en junio a Cádiz, manteniendo una agenda individual que respeta sus intereses personales.
Ejemplo 3: Marisa Blanco y José
Marisa, de 57 años, con dos hijos y un divorcio, conoció a José, su actual pareja, a través de una relación profesional con el exmarido de ella. Tras años de ser amantes, la relación se consolidó y hoy llevan casi dos décadas juntos, aunque sin compartir vivienda. José vive en Ibiza y Marisa en Madrid; se visitan según sus horarios y responsabilidades. «Para mí lo mejor es la libertad: puedo estar en la playa cuando quiero y luego volver a Madrid con mis hijos», comenta Marisa.

Su decisión de no convivir también responde a una larga trayectoria de cuidados familiares que ha asumido a lo largo de su vida, y a la constatación de que, en la convivencia, los costes y responsabilidades suelen recaer sobre la mujer.
Ejemplo 4: Ana Gordillo y Ana Leal
Las profesoras Ana Gordillo (docente de español) y Ana Leal (diseñadora gráfica) se conocieron en un torneo de tenis lésbico y desde entonces comparten aficiones, grupos de amigos y pasan de cuatro a cinco noches a la semana juntas, sin llegar a vivir bajo el mismo techo. Cada una posee su propio domicilio: Gordillo comparte un piso con un amigo en Lavapiés, mientras que Leal tiene un apartamento cerca de Atocha.
Ambas explican que mantener dos casas evita «fundirse por completo en la pareja» y permite cuidar sus vidas individuales. «Lo que tenemos son citas, no inercia», afirma Gordillo.

Factores socioeconómicos y culturales
Los estudios de Ayuso indican que las parejas LAT tienden a pertenecer a un nivel socioeconómico más alto, ya que mantener dos hogares requiere recursos económicos que no todas las clases pueden permitirse. Este aspecto se refleja en los testimonios: Carolina, Marisa y las dos Anas reconocen que su estabilidad financiera les permite vivir de esta forma.
Asimismo, el cambio de paradigma en el emparejamiento, que pasó de ser una cuestión pública y controlada por el entorno a una decisión privada entre los miembros de la pareja, favorece la proliferación de este modelo.

En conjunto, estos casos ilustran cómo en España la figura de la pareja tradicional se está transformando, y cómo la opción LAT se consolida como una alternativa viable para quienes buscan compromiso sin renunciar a la independencia personal.
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