Sonia Díaz Rois, experta en gestión de la ira: "No nos enfadamos por lo que pasa fuera, sino por lo que se mueve dentro"

Según los hechos observados y verificados directamente por nuestros periodistas y fuentes informadas, la experta en gestión de la ira Sonia Díaz Rois desmonta la idea de que el enfado sea simplemente una cuestión de “carácter”. Ella explica que muchas reacciones desproporcionadas provienen de áreas internas que desconocemos.

¿Por qué a veces un pequeño desencadenante –una interrupción, un comentario o un retraso de cinco minutos– genera una explosión desmedida? La respuesta no siempre está en el entorno; a menudo, la causa está dentro de nosotros.

La perspectiva de Sonia Díaz Rois sobre el enfado repentino

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La coach, autora del libro “Y si me enfado, ¿qué?” afirma que el enfado “procede de algo que la persona no ve en sí misma”. Cuando alguien dice “ni yo entiendo por qué me he puesto así”, en realidad está describiendo con precisión lo que ocurre. “No nos afecta tanto lo que pasa fuera, sino lo que se activa dentro, en zonas que solemos tener bastante olvidadas”.

Para explicar este proceso, Díaz Rois introduce dos conceptos clave: la zona ciega y la zona oculta. La zona ciega incluye comportamientos que los demás perciben claramente, pero que la propia persona no detecta. Ejemplos cotidianos son afirmar “estoy bien” mientras la voz se eleva y la expresión facial delata irritación, o responder de forma cortante a una pregunta repetida en el trabajo sin darse cuenta del cansancio que subyace.

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Por su parte, la zona oculta alberga emociones o necesidades que no se expresan por miedo a molestar, a parecer exagerados o vulnerables. Estas emociones –cansancio, frustración, necesidades no atendidas– no desaparecen; simplemente se acumulan y, al no ser reconocidas, pueden manifestarse como explosiones de ira.

Un caso típico que ilustra este mecanismo es el siguiente: alguien llega tarde, tú sonríes y dices que no pasa nada, pero interiormente piensas “otra vez, siempre termino esperando”. Esa frustración contenida puede estallar ante un desencadenante menor, porque la verdadera causa no es el hecho externo, sino la emoción acumulada.

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Para Díaz Rois, “el problema no es enfadarse, sino comprender de dónde proviene ese enfado”. Gestionarlo no implica reprimir la emoción ni reaccionar impulsivamente; se trata de conocerse mejor, reducir la zona ciega y hacer visible lo que se ha mantenido oculto.

La coach recomienda los siguientes pasos para una gestión eficaz del enfado:

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  • Observar tus reacciones sin juzgarte, preguntándote qué te molestó o qué necesitabas antes de explotar. Si no lo descubres en el momento, procura comprenderlo después.
  • Hablar con personas de confianza que puedan ayudarte a detectar lo que tú no percibes.
  • Aprender a expresar lo importante antes de que se acumule.

Según la experta, “el enfado no es un enemigo: es una señal, una emoción que se hace audible cuando no la escuchas a tiempo”. Por eso, en lugar del típico consejo de “respira y cuenta hasta diez”, sugiere “escuchar al enfado antes de intentar calmarlo”. Si el enfado pudiera hablar, diría: “no quiero que me calmes, quiero que me escuches y me entiendas”. Al sentirse escuchado, la necesidad de gritar desaparece.

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En conclusión, la propuesta de Díaz Rois no busca una calma constante, sino la capacidad de reconocer y manejar la ira cuando surge, ampliando la zona abierta –aquello que tanto tú como los demás perciben– para lograr relaciones más coherentes y una vida emocional más equilibrada.

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